La última vez que pedí ayuda fue para rogar dos cosas. La primera, que me ayuden con todo lo que me ha estado pasando. La segunda, que me lleven para no volver jamás.
Es una pena saber que ninguno de mis dos favores importó.
Hoy, después de tanto tiempo, volví a pensar en terminar con todo esto de raíz. Siento que a veces ya no tengo motivos para seguir aquí y he estado ideando mi escape sin que nadie tenga modo de evitarlo.
Nadie lo ha notado en verdad. Llevo cinco meses mirando como la lluvia se derrama por las calles mientras anhelo el día en el que la ya tenue y escaza luz de mis ojos se apague y que mis mejillas dejen de sentir el frio de las lágrimas cuando mi corazón es apuñalado sin piedad alguna aún cuando sus constantes gritos y súplicas se oyen a varios años de distancia.
Soy conciente de que cada año de mi vida todo esto pudo acabar... Más aún si pienso que mi sangre ha recorrido mi cuerpo mesclandose con mis lágrimas.
Mil veces he visto las calles nocturnas desde altas distancias, mil veces pude tragar mi odio hasta asfixiarme con él, mil veces he podido atravesar mis muñecas con mis filosas penas y mil veces he podido ingerir el veneno de mi desgracia, pero jamás tuve el valor.
Cómo quisiera acabar con todo... Lo he rogado, lo he pedido, pero como siempre lo dejo pasar. Pobre niño abandonado.
Junto a mi lecho de llanto, mi lugar seguro y cómodo, descansa mi mesa de noche en la cual se esconde mi cuchillo vengativo que ruega y anhela sentir el ardor de mis venas como ha hecho por cuatro años.
¿Es esta mi alegre hora de partir? Por favor...
Si logro terminar con esto no quiero ir al paraiso. Para mí sería un castigo. No me lo meresco.
Prefiero arder. Espero de todo corazón que en el infierno haya un lugar especial rezervado para mí.
Si todo este rencor desaparece queda en estas palabras la mayor evidencia de que dentro de mí está corriendo uno de los venenos más peligrosos, capaz de consumir, corromper y carcomer cualquier corazón puro y noble.
El que no castiga la maldad ordena que se cometa...
Esto terminará pronto. El fin de esta eternidad se acerca y que todo el que leo esto llore haciendo que la llama que tanto codiciaron en mí arda con ellos.
Si esto es suficiente para condenarme acepto mi castigo, pero nadie podrá apuntarme sin tener en su conciencia que mi veneno fue impartido previamente por todos.
Al fin, los hombres prefieren pagar por prejuicios más que por beneficios porque la gratitud es una carga y la venganza... un placer.
Es una pena saber que ninguno de mis dos favores importó.
Hoy, después de tanto tiempo, volví a pensar en terminar con todo esto de raíz. Siento que a veces ya no tengo motivos para seguir aquí y he estado ideando mi escape sin que nadie tenga modo de evitarlo.
Nadie lo ha notado en verdad. Llevo cinco meses mirando como la lluvia se derrama por las calles mientras anhelo el día en el que la ya tenue y escaza luz de mis ojos se apague y que mis mejillas dejen de sentir el frio de las lágrimas cuando mi corazón es apuñalado sin piedad alguna aún cuando sus constantes gritos y súplicas se oyen a varios años de distancia.
Soy conciente de que cada año de mi vida todo esto pudo acabar... Más aún si pienso que mi sangre ha recorrido mi cuerpo mesclandose con mis lágrimas.
Mil veces he visto las calles nocturnas desde altas distancias, mil veces pude tragar mi odio hasta asfixiarme con él, mil veces he podido atravesar mis muñecas con mis filosas penas y mil veces he podido ingerir el veneno de mi desgracia, pero jamás tuve el valor.
Cómo quisiera acabar con todo... Lo he rogado, lo he pedido, pero como siempre lo dejo pasar. Pobre niño abandonado.
Junto a mi lecho de llanto, mi lugar seguro y cómodo, descansa mi mesa de noche en la cual se esconde mi cuchillo vengativo que ruega y anhela sentir el ardor de mis venas como ha hecho por cuatro años.
¿Es esta mi alegre hora de partir? Por favor...
Si logro terminar con esto no quiero ir al paraiso. Para mí sería un castigo. No me lo meresco.
Prefiero arder. Espero de todo corazón que en el infierno haya un lugar especial rezervado para mí.
Si todo este rencor desaparece queda en estas palabras la mayor evidencia de que dentro de mí está corriendo uno de los venenos más peligrosos, capaz de consumir, corromper y carcomer cualquier corazón puro y noble.
El que no castiga la maldad ordena que se cometa...
Esto terminará pronto. El fin de esta eternidad se acerca y que todo el que leo esto llore haciendo que la llama que tanto codiciaron en mí arda con ellos.
Si esto es suficiente para condenarme acepto mi castigo, pero nadie podrá apuntarme sin tener en su conciencia que mi veneno fue impartido previamente por todos.
Al fin, los hombres prefieren pagar por prejuicios más que por beneficios porque la gratitud es una carga y la venganza... un placer.
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