No sé si alguna vez te diste cuenta cómo me dolía el cambio que habías decidido hacer. Te llegué ha considerar como a un miembro de mi familia, pensaba que eras mi primer verdadero amigo de la vida.
A pesar de que te lo dije mil veces de muchas y diferentes maneras, dudo bastante que en algún momento hayas llegado a saber cuánto llegué a quererte de verdad.
Recuerdo aquellos momentos en los que, a nuestro puro y personal modo, te demostraba mi confianza privada, no sólo contándote situaciones de mi pasado sino también acercándome más a ti de lo que lo había echo con alguien.
Me animaba bastante estar junto a ti. Tu voz me calmaba cuando tenía miedo, me apaciguaba cuando tenía ira y me alegraba cuando la tristeza me consumía.
Estar sin ti, me mantenía extrañandote; que estes con otro amigo, lo amidtiré, me daba celos.
Te quería mucho.
Poco a poco fuiste cambiando, empezaste a rechazar mis abrazos de nuevo o ya no me los devolvías. Cuando te decía que te quería apenas me oías y casi no me contestabas.
Empezaste a alejarte de mí para acercarte a otros. Tenía miedo de haberte querido tanto como para fastidiarte, así que te di algo de espacio que utilizaste yendote aún más de mi lado.
No sabía qué hacer. Te volví a invitar a mi casa pero ya no era lo mismo, a veces ni aceptabas ir.
Noté varios cambios en tu manera de ser conmigo, teníamos más conflictos y tus palabras me herían terriblemente con cada vez máyor frecuencia. Traté de hablar contigo pero no funcionó, te fuiste.
Sin saber qué hacer no tuve de otra más que comenzar a convencerme de que ya no eras el mismo. Lloré varias noches y, de vez en cuando, en esos momentos en los que no me veías. Extrañaba a la persona que conocí en ti.
Tenía tanto miedo de ti porque había confiado tanto y te quería tanto que tenías todo el poder para matarme, el amor le da el poder a alguien para destruirte. Al final, lo hiciste.
Me destrozaste el corazón y el alma, no te importó, no lo notaste. Quice odiarte lo más que pude, quería vengarme de ti y hacerte llorar tanto como yo había llorado, habías derramado mis lágrimas pero ahora yo haría oceanos con las tuyas, derrochaste mi cariño por ti aún cuando yo te hubiera dado hasta la última gota de mi sangre si la hubieses necesitado. Pero no te hice nada, no tuve el corazón... o más bien, tuve corazón. No podía.
Tú fuiste tan especial para mí que sólo pensar que te podía hacer daño y verte llorar por mi culpa me partía todavía más.
Me convencí para apartarme de ti, no sabía como lo haría pero sabía que lo haría. Debía hacerlo.
Te miré lo peor que pude por un tiempo, resalté tus errores y hasta llegué a creer que si te habías alejado de mí cambiandome por otra persona aún cuando yo debía ser especial para ti, no merecías que te siga considerando como lo hacía.
Pude volver a mentirte luego de un tiempo y se hizo fácil manipularte otra vez, sin embargo no fue placentero debido a que eso significaba que ya no eras único ni especial.
¿Qué puedo hacer ahora? Alguien ocupa tu puesto ya, otra persona es irremplazable, pero el recuerdo de lo que fuiste, en algunas ocasiones, asalta mi mente invocando una pequeña lágrima que oculta y sin que nadie la note, resbala por mi mejilla hasta encontrarse con el suelo.
Espero de verdad que seas feliz en tu nuevo cambio, por lo que sé, hasta ahora lo eres. No diré que estoy contento porque en realidad hubiese querido que te quedes como estabas pero creo que ya no hay marcha atrás. Fallé contigo y te pido perdón, pensé que podría cambiarte o al menos devolverte la sonrisa que habías perdido, pero no.
Lo que más me duele es que te perdí, pero ya lo entiendo. Sé que algún día encontrarás ese amigo especial que yo intenté ser con todo mi corazón, amor, mente, aura, espíritu y fuerza. Es uno de mis deseos para ti.
Por favor, no le hagas lo mismo al próximo, a mí me hiciste mucho daño y nadie merece tanto dolor.
Tu amigo para siempre.
Edwin A. Zambrano Balbin
Edwin A. Zambrano Balbin
No hay comentarios:
Publicar un comentario